Compañeros, compartimos con ustedes este texto por nuestros 17 años de lucha, junto con el programa de radio de "La lucha que nos parió" del sábado 21/4/12, donde podrán escuchar varios audios de distintos compañeros que han pasado por HIJOS en estos 17 años. Hay una segunda entrega de audio.
HIJOS La Plata y sus 17 años de lucha
Hace 17 años, el 20 de abril de 1995 nacía la agrupación HIJOS que nuclea a hijos e hijas de compañeros y compañeras desaparecidos, fusilados, exiliados, presos políticos y a jóvenes comprometidos con el pasado reciente de nuestro país. Trabajamos en la reconstrucción de la memoria histórica de los procesos políticos argentinos, la búsqueda de juicio y castigo para los responsables de los crímenes contra la humanidad cometidos por la última dictadura y el período represivo previo, y la denuncia de la represión policial e institucional en la actualidad.
Este aniversario, significa un momento de balance de lo que construimos hasta el momento, de las cosas que pudimos modificar y de las que aún motivan nuestra propia lucha como generación.
Nuestra organización surgió en La Plata en dos homenajes a los desaparecidos de las facultades de Arquitectura y Humanidades, pero se fogueó al calor de las luchas estudiantiles universitarias contra la reforma menemista de la Ley de Educación Superior.
En ese año ’95, la sociedad argentina estaba conmocionada por las declaraciones del genocida Scilingo, que relataba los “vuelos de la muerte”, el general Balza reconocía institucionalmente la participación del Ejército en torturas y desapariciones, los piquetes asomaban a la luz pública, y en el sur del país, un ex detenido en la dictadura le asestaba una golpiza a Astiz, que se paseaba impunemente de vacaciones.
Este último hecho nos despertó a todos y nos animó a darnos cuenta de que los represores son de carne y hueso, que están entre nosotros, y que eso no puede ser. Esto motivó lo que es quizás el mayor aporte que HIJOS ha hecho a la dinámica de la protesta social en el país: el escrache.
Los HIJOS sumamos al reclamo de los distintos organismos de Derechos Humanos la reivindicación de la lucha revolucionaria de los desaparecidos, pero también pusimos el acento en la reconstrucción del tejido social y en la generación de la condena social a los represores para que la sociedad toda sienta como propia la herida abierta producto del terrorismo de estado.
Estos 17 años nos han hecho madurar como organización y han servido para reafirmar nuestra posición sobre el rol que debe tener un organismo de Derechos Humanos en la contienda social. Ya que entendemos que el único que puede violar los Derechos humanos es el Estado, que ejerce el monopolio de la fuerza legal y administra el andamiaje legal a través de una gestión de gobierno, sabremos que ninguna organización que nace para denunciar esos atropellos puede trabajar ni con un gobierno ni desde el Estado, sin caer en una contradicción fundante sobre sus propios objetivos. Mantener la independencia para poder seguir denunciando la impunidad de la violencia institucional es una premisa básica que no todos parecen aceptar.
El plan criminal que en los ´70 secuestró y desapareció a 30.000 compañeros tiene un nombre preciso, y se denomina Genocidio. La realidad confirma que en la Argentina “democrática”, una vez finalizado el genocidio aplicado por la última dictadura, la represión cambió de forma para adaptarse a las necesidades del modelo. Se ha reformulado el concepto de la doctrina de la “seguridad nacional” por el de políticas de “control social”. Pero estos conceptos son sólo dos caras de la misma moneda, y tienen como fin amedrentar y disciplinar a la clase de cuyo seno nace la resistencia a las políticas de desigualdad y exclusión social.
La continuidad del plan genocida se despliega hoy con políticas de autocracia y corrupción policial, gatillo fácil en aplicación permanente como amedrentamiento social a los desposeídos y judicialización de los que no son útiles a los fines de este modelo de “crecimiento con base en la exclusión”. Esta es la verdadera doble política de Derechos Humanos que el kirchnerismo ha utilizado para darse aires progresistas en su gestión y lograr una aprobación popular semi-duradera en un país que continúa presentando las tensiones propias de un esquema social de desigualdad, pero donde se ha consolidado un sector oficial acrítico en el movimiento de Derechos Humanos, que cumple el rol de convalidar lo poco que se hace en detrimento de lo mucho que queda por exigir en la materia.
Gobiernos como el de los Kirchner generan, no sin saberlo, fracturas que debilitan al campo popular, vía las políticas de dobles discursos en materia de derechos humanos y la cooptación política para repartir los dineros del estado.
Hoy, tras 8 años y medio de caídas las leyes de impunidad gracias a la lucha popular, el Estado argentino sólo efectivizó 68 juicios orales con sentencia en todo el país. Sólo alrededor del 15 % del total de procesados desde 2003 fue castigado, y en la mayoría de los casos con condenas menores al máximo de la pena. Pero además, si bien hay otros 388 genocidas detenidos en espera de juicio, la mayoría de esos procesados se encuentra en libertad; además de haber 36 represores prófugos de la justicia y 290 que murieron impunes antes de llegar a una sentencia o condenados pero con procesos pendientes. En La Plata se condenó a sólo 20 represores en 6 años de juicios, para una estructura represiva de al menos 12 Centros Clandestinos de detención donde actuaron miles de genocidas.
Así, estos procesos reproducen la impunidad, porque sólo serán juzgados una serie de casos emblemáticos, mientras el conjunto de miembros de las FFAA, Seguridad e Inteligencia quedará relegado a juzgarse en futuros inciertos.
Ante esta coyuntura, los HIJOS seguimos exigiendo la reparación del daño histórico que causó la dictadura y su plan económico. Pero no sólo requerimos el juicio y castigo a los genocidas y sus cómplices políticos, civiles y religiosos, la nulidad de los indultos a los asesinos uniformados, la restitución de nuestros hermanos apropiados, la apertura de todos los archivos de la represión y la preservación de los CCD para la investigación sobre lo que allí ocurrió, sino que también pretendemos que el cúmulo de injusticias sociales al que hoy asistimos sea resuelto.
Ese grito de los 30.000 compañeros que hace más de 36 años pedía un mundo más justo y mejor para todos, hoy renace en cada uno de nosotros. Con la fuerza de creer que se puede luchar por y para todos, levantamos sus banderas y las hacemos nuestras.
Porque creemos que los Derechos Humanos son cosas de todos los días, y mientras exista impunidad y se sigan violando los derechos políticos, económicos y sociales, seguiremos la lucha. Y si no fuera así, invitamos a aquel que vea que estos factores que analizamos se han modificado, que nos diga acaso con qué lente mágica observa la realidad.
HIJOS La Plata - 17 años de lucha
No olvidamos - No perdonamos - No nos reconciliamos.
Seguimos reivindicando la lucha de nuestros viejos.
Juicio y castigo a todos los genocidas, justicia por todos los compañeros.
Restitución de nuestros 400 hermanos apropiados.
Juicio y castigo a los responsables de la desaparición de Jorge Julio López y Luciano Arruga.
HIJOS La Plata y sus 17 años de lucha
Hace 17 años, el 20 de abril de 1995 nacía la agrupación HIJOS que nuclea a hijos e hijas de compañeros y compañeras desaparecidos, fusilados, exiliados, presos políticos y a jóvenes comprometidos con el pasado reciente de nuestro país. Trabajamos en la reconstrucción de la memoria histórica de los procesos políticos argentinos, la búsqueda de juicio y castigo para los responsables de los crímenes contra la humanidad cometidos por la última dictadura y el período represivo previo, y la denuncia de la represión policial e institucional en la actualidad.
Este aniversario, significa un momento de balance de lo que construimos hasta el momento, de las cosas que pudimos modificar y de las que aún motivan nuestra propia lucha como generación.
Nuestra organización surgió en La Plata en dos homenajes a los desaparecidos de las facultades de Arquitectura y Humanidades, pero se fogueó al calor de las luchas estudiantiles universitarias contra la reforma menemista de la Ley de Educación Superior.
En ese año ’95, la sociedad argentina estaba conmocionada por las declaraciones del genocida Scilingo, que relataba los “vuelos de la muerte”, el general Balza reconocía institucionalmente la participación del Ejército en torturas y desapariciones, los piquetes asomaban a la luz pública, y en el sur del país, un ex detenido en la dictadura le asestaba una golpiza a Astiz, que se paseaba impunemente de vacaciones.
Este último hecho nos despertó a todos y nos animó a darnos cuenta de que los represores son de carne y hueso, que están entre nosotros, y que eso no puede ser. Esto motivó lo que es quizás el mayor aporte que HIJOS ha hecho a la dinámica de la protesta social en el país: el escrache.
Los HIJOS sumamos al reclamo de los distintos organismos de Derechos Humanos la reivindicación de la lucha revolucionaria de los desaparecidos, pero también pusimos el acento en la reconstrucción del tejido social y en la generación de la condena social a los represores para que la sociedad toda sienta como propia la herida abierta producto del terrorismo de estado.
Estos 17 años nos han hecho madurar como organización y han servido para reafirmar nuestra posición sobre el rol que debe tener un organismo de Derechos Humanos en la contienda social. Ya que entendemos que el único que puede violar los Derechos humanos es el Estado, que ejerce el monopolio de la fuerza legal y administra el andamiaje legal a través de una gestión de gobierno, sabremos que ninguna organización que nace para denunciar esos atropellos puede trabajar ni con un gobierno ni desde el Estado, sin caer en una contradicción fundante sobre sus propios objetivos. Mantener la independencia para poder seguir denunciando la impunidad de la violencia institucional es una premisa básica que no todos parecen aceptar.
El plan criminal que en los ´70 secuestró y desapareció a 30.000 compañeros tiene un nombre preciso, y se denomina Genocidio. La realidad confirma que en la Argentina “democrática”, una vez finalizado el genocidio aplicado por la última dictadura, la represión cambió de forma para adaptarse a las necesidades del modelo. Se ha reformulado el concepto de la doctrina de la “seguridad nacional” por el de políticas de “control social”. Pero estos conceptos son sólo dos caras de la misma moneda, y tienen como fin amedrentar y disciplinar a la clase de cuyo seno nace la resistencia a las políticas de desigualdad y exclusión social.
La continuidad del plan genocida se despliega hoy con políticas de autocracia y corrupción policial, gatillo fácil en aplicación permanente como amedrentamiento social a los desposeídos y judicialización de los que no son útiles a los fines de este modelo de “crecimiento con base en la exclusión”. Esta es la verdadera doble política de Derechos Humanos que el kirchnerismo ha utilizado para darse aires progresistas en su gestión y lograr una aprobación popular semi-duradera en un país que continúa presentando las tensiones propias de un esquema social de desigualdad, pero donde se ha consolidado un sector oficial acrítico en el movimiento de Derechos Humanos, que cumple el rol de convalidar lo poco que se hace en detrimento de lo mucho que queda por exigir en la materia.
Gobiernos como el de los Kirchner generan, no sin saberlo, fracturas que debilitan al campo popular, vía las políticas de dobles discursos en materia de derechos humanos y la cooptación política para repartir los dineros del estado.
Hoy, tras 8 años y medio de caídas las leyes de impunidad gracias a la lucha popular, el Estado argentino sólo efectivizó 68 juicios orales con sentencia en todo el país. Sólo alrededor del 15 % del total de procesados desde 2003 fue castigado, y en la mayoría de los casos con condenas menores al máximo de la pena. Pero además, si bien hay otros 388 genocidas detenidos en espera de juicio, la mayoría de esos procesados se encuentra en libertad; además de haber 36 represores prófugos de la justicia y 290 que murieron impunes antes de llegar a una sentencia o condenados pero con procesos pendientes. En La Plata se condenó a sólo 20 represores en 6 años de juicios, para una estructura represiva de al menos 12 Centros Clandestinos de detención donde actuaron miles de genocidas.
Así, estos procesos reproducen la impunidad, porque sólo serán juzgados una serie de casos emblemáticos, mientras el conjunto de miembros de las FFAA, Seguridad e Inteligencia quedará relegado a juzgarse en futuros inciertos.
Ante esta coyuntura, los HIJOS seguimos exigiendo la reparación del daño histórico que causó la dictadura y su plan económico. Pero no sólo requerimos el juicio y castigo a los genocidas y sus cómplices políticos, civiles y religiosos, la nulidad de los indultos a los asesinos uniformados, la restitución de nuestros hermanos apropiados, la apertura de todos los archivos de la represión y la preservación de los CCD para la investigación sobre lo que allí ocurrió, sino que también pretendemos que el cúmulo de injusticias sociales al que hoy asistimos sea resuelto.
Ese grito de los 30.000 compañeros que hace más de 36 años pedía un mundo más justo y mejor para todos, hoy renace en cada uno de nosotros. Con la fuerza de creer que se puede luchar por y para todos, levantamos sus banderas y las hacemos nuestras.
Porque creemos que los Derechos Humanos son cosas de todos los días, y mientras exista impunidad y se sigan violando los derechos políticos, económicos y sociales, seguiremos la lucha. Y si no fuera así, invitamos a aquel que vea que estos factores que analizamos se han modificado, que nos diga acaso con qué lente mágica observa la realidad.
HIJOS La Plata - 17 años de lucha
No olvidamos - No perdonamos - No nos reconciliamos.
Seguimos reivindicando la lucha de nuestros viejos.
Juicio y castigo a todos los genocidas, justicia por todos los compañeros.
Restitución de nuestros 400 hermanos apropiados.
Juicio y castigo a los responsables de la desaparición de Jorge Julio López y Luciano Arruga.
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